miércoles, 9 de febrero de 2011

El Sentido de la Navidad


Mitos Urbanos:

EL CASO DEL "VIEJITO PASCUERO".


Por: Atricio Milla Mardones


Entre los mitos urbanos que nos acompañaron en la infancia, el “Viejito Pascuero” es, sin lugar a dudas, el mejor. Su éxito está en que el personaje tiene el encanto romántico de la inocencia infantil, pues ni la imagen polidifusa de el “Viejo del Saco” ni el temido “Cuco”, lograron tanta trascendencia en nuestra época infanto-juvenil.

Época hermosa, donde nuestros padres nos aseguraban que el “Viejito Pascuero” tenía el poder de "conocer nuestras notas y observaciones negativas", temas que pesaban como un chantaje emocional a la hora de recibir nuestros regalos en Navidad.

El folklore popular ayudó mucho a sustentar éste mito urbano. El “Viejito Pascuero” era descrito como un señor gordito, vestido siempre de rojo, de larga y blanca barba. Además, se decía, que tenía como ayudantes a “enanitos verdes” que trabajaban día y noche en su taller, construyendo regalos. Por si fuera poco, además, el “Viejito Pascuero” tenía la capacidad de recibir y leer miles de cartas, con los sueños y deseos de todos los niños (as) del planeta Tierra.

Lo que sigue en el relato del mito es soberbio y tuvo el mérito de alucinar a medio mundo. La leyenda popular, aseguraba que el “Viejito Pascuero” viajaba alrededor del mundo, desde su natal Polo Norte, con un gran trineo arrastrado por "renos voladores" y llevando los regalos de Navidad a cada niño y niña del mundo…

La historia que nos contaban los padres era absolutamente convincente, especialmente cuando al acercarse la medianoche del día de Navidad nos mandaban a jugar al patio hasta que un grito nos alertaba ¡¡ Ya pasó el “Viejito Pascuero”!!... Y la magia se instalaba en el living de nuestra casa, alrededor del Árbol de Navidad.

Personaje poderoso el “Viejito Pascuero”, pero que en el maniqueísmo barato de nuestros padres tenía el poder de regalarnos muchas veces cosas incomprensibles para la mente de un niño. Por ejemplo, muchas veces me pregunté: ¿Por qué me trajo calzoncillos estampados con diseños de tigre en vez de la bicicleta que le pedí? ó ¿Por qué mi vecino sí recibió el carro de bombas a control remoto? En cambio, Yo sólo recibí unas calcetas blancas con la insignia de Colo Colo. Algo terrible, ¡especialmente cuando NO eres hincha de Colo Colo!

Si como afirman los historiadores que “se puede comprender el presente por el pasado”, entonces, se entenderá que en el mito urbano del “Viejito Pascuero” se encuentra la fuente primaria de todos los psicotraumas infantiles de los adultos de hoy que, en todo caso, son proporcionales al irreversible shock emocional de la decepción del regalo recibido.

El “Viejito Pascuero” dejó para los niños de ayer (y que son los padres de hoy) un legado idiotizante: nos abrió la puerta de entrada (y sin retorno, parece) a éste mundo consumista y materialista que nos toca vivir.

El “Viejito Pascuero”, es una expresión del sincretismo cultural del siglo XX, un producto publicitario funcional a esta sociedad de masas que promueve los arbolitos decorados, la cosificación de los regalos y tarjetas con mensajes dulzones, llenas de buenas intenciones, pero que sería mejor si se practicaran en éste mundo moderno.

El mito del “Viejito Pascuero” se entrelaza con el nacimiento de Cristo, personaje central en la religión de la cultura del Mundo Occidental. En realidad, el espíritu de la Navidad debería tener éste sentido, recordar el nacimiento de Jesús y los valores humanos fundamentales que tiene esa manifestación de Dios en la Tierra: amor al prójimo, fraternidad, caridad, solidaridad…

Claro, el sincretismo del “Viejito Pascuero” incorpora el gesto realizado por los tres “Reyes Magos” que visitaron a Jesús en su pesebre y los regalos que le hicieron al Niño Dios. Pero veo con preocupación que, compulsivamente, los “Viejitos Pascueros Contemporáneos” dejaron de lado el simbolismo de la Navidad y hoy endeudan su alma en las grandes multitiendas para entregar regalos costosos a sus hijos. Regalos que tienen tanta levedad, porque lo material nunca tendrá el mismo peso que entregar humanidad a los niños y niñas de nuestro planeta.


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